Las cuatro de la mañana. Otra vez despierto. 13 Noches seguidas de insomnio persistente. a la misma hora, en el mismo lugar. Los recuerdos vienen a mi mente y no me dejan, la chica entró al vagón del metro justo una estación después que yo, era joven, delgada y su vestimenta holgada, sobre su delgado cuerpo, hacía juego con su demacrada cara, pero tenía un detalle soberbio, manos perfectas, con una manicura impecable, sus uñas tintadas en color rojo carmín sugerían que su profesión era indecente, ofendían a cualquier mujer que la mirase, incluyéndome a mi.
No duró mucho en el viaje, sólo lo suficiente para que esas imágenes de sus glamurosas manos se sucedieran una tras otra en estas noches de desvelo. ¿habría posibilidad de volverla a encontrar?, ¿de observarla de nuevo detenidamente?, no lo se.
Una estación más y subió él. Tal pareciera que podía leer el deseo que se escondía en sus ojos. No pude sostener su mirada, afortunadamente un grupo de personas nos separaba, de no ser así lo habría besado enseguida, su penetrante personalidad acariciaba cada centímetro de mi cuerpo. Rodeada de gente que subía y bajaba, se empujaba para salir o para entrar, aglutinados escuchando el gritar de los vendedores, dejaba que el tiempo se consumiera, evitando cruzar mi vista con él.
Me pregunto si las uñas rojas lo hubieran cautivado si ambos se hubieran cruzado al principio. Me pregunto por qué me observa de esa manera, será mi cabello castaño el que lo hechiza?, ¿o será mi largo cuello?, de pronto me invade una sensación que no puedo controlar. Sólo deseo que termine el viaje, deseo que el vagón se detenga y no haberlos conocido nunca.
Las cinco de la mañana, espero que esta sea mi última noche de desvelo, mañana debo ir a trabajar y al regreso puede ser que los vuelva a encontrar. Y no se si deseo hacerlo.