12.5.15

Romance con un violín.

Tuve  curiosidad por saber cómo era, por sentir su aroma, por deslizar mis dedos sobre él y acariciarlo lentamente. Tuve ganas de tomarlo entre mis brazos y que se quedara junto a mi, pero me limité a admirarlo un momento, a verlo de lejos, dejé escapar un suspiro al saber que no podría tenerlo.

Por un momento estuvo cerca, tanto que me dio miedo hacerle daño. Me acerqué más y frené. En ocasiones dan ganas de aventarse al abismo, con la esperanza de encontrar otros mundos, pero al estar en la orilla el miedo te invade y la razón acaba salvándote  de lastimarte.

Volví a mirarle, por un momento pensé en lo perfecto que era, evoqué cada sensación que me había causado antes, en cómo se estremecía cada parte de mi piel cuando lo tenía enfrente. Bastó mirarlo nuevamente para saber que me había enamorado de él. El tiempo se acababa, debía irse, se lo llevaban, mientras yo soñaba cómo sería mi mundo si estuviese a mi lado.

Llegó la noche y ahí estaba él, inmóvil, esperando que las luces se apagaran y que el público aplaudiera, ahí estaba él … inmóvil. Ahí estaba yo, inmóvil. Si acaso con los labios entreabiertos, esperando que me mirase.
 
 

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