Por un momento estuvo cerca,
tanto que me dio miedo hacerle daño. Me acerqué más y frené. En ocasiones dan
ganas de aventarse al abismo, con la esperanza de encontrar otros mundos, pero
al estar en la orilla el miedo te invade y la razón acaba salvándote de lastimarte.
Volví a mirarle, por un momento
pensé en lo perfecto que era, evoqué cada sensación que me había causado antes,
en cómo se estremecía cada parte de mi piel cuando lo tenía enfrente. Bastó
mirarlo nuevamente para saber que me había enamorado de él. El tiempo se
acababa, debía irse, se lo llevaban, mientras yo soñaba cómo sería mi mundo si
estuviese a mi lado.
Llegó la noche y ahí estaba él, inmóvil,
esperando que las luces se apagaran y que el público aplaudiera, ahí estaba él …
inmóvil. Ahí estaba yo, inmóvil. Si acaso con los labios entreabiertos,
esperando que me mirase.
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