Alguien tocó a mi puerta, me acerqué a
ver quién era, pero no vi a nadie. Miré nuevamente alrededor y vi un sobre
tirado en la entrada, no tenía nombre
pero supe que era para mi por el doblez en las esquinas.
Abrí la carta, el corazón palpitaba con
fuerza, tenía miedo de leerla, la esperaba y al mismo tiempo no quería saber
qué contenía, tal vez una despedida. Me senté junto a la ventana, a esa que
tanto me aferraba y entonces leí:
“Mientras duermo, la sueño, despierto, la pienso... Soñar y pensar
me generan sensaciones de deseo, deseo cada vez más intenso, sensaciones de
ensueño recorren mi piel, mi ser, mi todo, siento escalofríos, ¿Acaso estoy
destinado a vivir de fantasías?, ¿a mirar por la ventana entreabierta?, mi piel
pide cubrirme de los ratos del sol, aunque debo aceptar que las sombras y la
oscuridad acogen mi alma, el miedo está presente, tal vez deba intentar
alcanzar la luna…”
Cerré el sobre, el mundo dejó de existir
por unos momentos, no sabía si sonreír o simplemente fingir que no había leído
nada. Una llamada me devolvió a la realidad, no quería estar en ella, prefería
regresar a ese mundo de ensueño, a ceder al deseo, a tocar con mis labios la
fantasía, a besarle apasionadamente mientras acaricia mis cabellos y me toma fuertemente de la cintura. El miedo se apoderó otra vez de mi y sonreí, la sombra de la
incertidumbre siempre estará ahí.
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